En algunos años...

Texto escrito para mi querido amigo, Mauro Morgan. De alguna forma soy el vidente de su futuro.

JUAN HURTADO

En algunos años voy a vivir en buenos aires, estoy seguro de eso. Tendré un piso en plena Calle Corrientes, un gato y mi mujer. Quizá adopte un niño, quien sabe, pero eso sí, voy a vivir fumando puro toda la semana. Comidas, fiestas privadas, autos lujosos, dinero, si, mucho dinero. Me codearé con los más grandes escritores, seré espectador de todas las carreras de caballos del hipódromo de san isidro y para que no quede duda un palco llevará mi nombre, Mauro Morgan. Escribiré una novela, seré reconocido, quizá siga aún escribiendo poemas, en ese entonces quien sabe... nunca pisaré una iglesia, tampoco me excomulgaré nunca más en mi vida. Seré adepto a los libros de fantasía y viviré en las librerías de usados robando cada tanto algún que otro fascículo de cocina. Una vez a la semana sacaré a pasear el perro, si es que todavía no lo ha sacado mi empleada; iré a buscar al niño a la escuela –si es que ya lo he adoptado-. Cuando mi mujer sea mayor y se vuelva molesta, me mantendré en cautiverio la mayor parte de horas que sean posibles –dentro de lo que la ley del matrimonio lo permite-, no pienso pasarle dinero si se divorcia, solo ella puede querer divorciarse, yo siempre seré sereno y silencioso.
Ahora vivo en Rosario y no tengo nada, ni tiempo, solo un par de libros usados, una computadora que hace ruido y es una suerte de divinidad terrestre –que suplanta a Jesús cristo- y algunas que otras mujeres se hacen las coquetas y se marchan al menor indicio de compromiso, sin darse cuenta que jamás me comprometería con ellas.
Mi gran problema es la prosa, soy poeta, y los poetas tenemos compromisos con las palabras, a veces nos desviamos de la realidad para buscar alguna letra, entonces es imposible comprometernos con una mujer de tiempo completo. Mi caso es el caso de muchos hombres que viven el día con la billetera vacía y un atado de cigarrillos atascado en la garganta. Cómo pretender ser un buen amante no siendo prosista. Las mujeres no comprenden a un poeta, no lo entienden, siempre dicen «disculpame sos muy profundo» o «¡claro!, entiendo» y se van a sus casas y nunca más atienden el teléfono. Si aprendiésemos en la escuela a escribir poesía desde niños, todos podríamos entendernos, pero algunos hablan en prosa, otros en poesía, y la verdad que todavía no conozco quien tenga la prosa poética como lenguaje de dialogo; en fin, la vida es tan dura que estoy petrificado en Rosario, pero tan petrificado que me mandaron a la zona sur al barrio Las delicias para que me deleite con mi amargura.
¿Un deseo?, salir de este infierno.
En algunos años igualmente estaré caminando por Buenos Aires, seguramente que con mi mujer del brazo mientras ella carga con mi tarjeta de crédito, no importa, mientras me de los gustos, que la lleve ella.
Por el momento trabajo del ocio, me paso horas escribiendo poesía, charlo con amigos, leo libros usados que me llenan de piojos el cuarto y fumo como un desquiciado para quemar las horas; quizá llegue el día en que no pueda irme y tenga que quedarme atascado en la tierra –El fumar es perjudicial para la salud Ley Nº 23.344-, esperemos que eso no suceda.
No tengo padre –o al menos no en mi casa-, si tengo madre –mejor no hablar de ella-.
En algunos años quizá vaya a Buenos Aires, quizá, si consigo un trabajo y logro mantenerme en pie todavía, si publico un libro y salgo sorteado en la revista de cultura para la beca antorchas, quien sabe, todo es posible.
No sé bien si tendré una mujer en Buenos Aires, todavía tengo que ver con que mantenerme solo en la gran ciudad. Mi madre ya dijo que no me daría dinero, mi padre: bien, gracias, mis amigos les pregunte si me ayudaban y dejé de tenerlos, ahora solo me tengo a mi y a mi alma, algunos poemas con forma de tirabuzón para metérmelos en la oreja, una computadora que hace ruido y me desvela, un cigarrillo que compré suelto y las ganas de irme de Rosario, de este pueblito en la zona sur llamado Las delicias, que de delicias no tiene nada, la mejor mujer es la carnicera que mide 1,90m y pesa 240 kilos.
Tengo ganas de irme, ¿qué hago sólo con ganas?
Ya está decidido, no me voy a ir a ningún lado. Seguramente no tenga hijos porque costaría dinero mantenerlos, mi mujer va a ser parte de un imaginario de novela, de esa forma no va a pedir la cuota mensual de alimentos si toca el divorcio y no va a decir más que las palabras que yo quiero «¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! Sin compromisos.». No me voy, está decidido.
Si no queda otro remedio voy a tener que venderle la casa a mi madre, para ese entonces ella ya va a estar muerta y solo quedará el rencor de su fantasma que juzgará mis actos malditos, papa no existe, sólo quedan los ratones que se ajustician con Gamexane.
¡No me voy!.
Si tengo deudas me suicido, si no las tengo las consigo.
Me voy a la plaza, estoy cansado.





© Juan Hurtado

4 comentarios:

  1. Quedé gratamente sorprendida por tu calidad literaria! Bravo!

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  2. Muchas gracias Claudia, espero tu nueva visita.

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  3. Caro Juan,
    he leído con interés tu visión de futuro, hay en tu escritura, una suerte de alegato e ironía respecto de tu circunstancia de vida. No obstante la amargura de un entorno hostil, se percibe tu amor por la palabra y el buen manejo de un lenguaje fluido, que siempre y de alguna manera reivindica y salva al hombre y al poeta, en "su habitar poético" .
    Te felicito y te auguro un brillante porvenir en el libro y en la vida!
    abrazos

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  4. Juan, me encantó tu ironía y buen humor, fue un gusto encontrar tu texto.
    Un abrazo
    Betty

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